jueves, mayo 05, 2005

ETA, PSOE Y LAS MENTIRAS (IV)

Nada sabemos aún de la investigación que presuntamente se lleva a cabo por orden del excelso Fiscal General del Estado sobre los apoderados e interventores "prestados" por Batasuna al PCTV. Nada sabremos ya, me temo, porque hoy el Presidente de España se ha reunido con el más que probablemente futuro, otra vez, Presidente de Vascongadas, y hay cosas que, en beneficio de las pituitarias, no conviene remover.

No sabemos de qué han hablado Zapateto e Ibarreche, porque ambos prohombres se han remitido a sendos comunicados en lugar de hacer una rueda de prensa conjunta, como se merecen, aunque sea un castigo -pero es que hay castigos necesarios-, sus ciudadanos.

Eso sí, sabemos, de parte de Zapatero, que le ha transladado al futuro lehendakari que desea que las Vascongadas tengan más autogobierno. Ya sabemos que a Zapatero le gusta mucho dialogar, como ni hablar sabe, pues nada, hace concesiones a los terroristas y lo llama consenso con talante.
Primero retiró, en un acto cobarde sin precedentes en la Historia de España, las tropas de Iraq y ahora le regala a Ibarreche, después de haberle regalado ya que defendiera su estatuto independentista en el Congreso, su deseo de regalarle más autogobierno.
Como el Presidente es absoultamente incapaz de hacer nada bien, pues ya no regala cosas de facto, sino deseos. Eso sí, que nadie se preocupe porque ha dicho que cualquier reforma del estatuto se llevará a cabo: "con el máximo respaldo de las fuerzas políticas con representación parlamentaria".

La pregunta es si el señor Presidente de la Nación le ha preguntado al señor lehendakari de las Vascongadas por qué ayer mismo se reunió con Otegui, jefe de un grupo político ilegalizado por terrorismo.
Otra pregunta es si el señor lehendakari de las Vascongadas le ha preguntado al señor Presidente de la Nación por qué no ilegalizó al PCTV antes de las elecciones, que tanto daño en número de votos le ha hecho al PNV.
Las respuestas las sabe hasta un niño de tres años. Es como el chiste del que va a la consulta del dentista y agarra a éste por sus partes nobles diciéndole "¡a qué no nos vamos a hacer daño!".