miércoles, enero 31, 2007

UN PAÍS DEMASIADO ANÓMALO

Pues sí que es anómalo, sí, anómalo y amnésico. Leemos esto en EL PAÍS:

En verdad este país es anómalo. ¿Qué ha pasado en él para que hasta el colectivo de personas que merecía –y tenía– toda nuestra compasión, nuestro respeto y nuestro apoyo se esté convirtiendo en uno de los grupos sociales más antipáticos, irrazonables, verbalmente agresivos y –lo que es peor– temibles? Desde que el señor Alcaraz se puso al frente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, ésta ha pasado a ser, para gran parte de la población, algo con lo que más vale no cruzarse ni encontrarse en la calle, y yo no sé hasta qué punto sus miembros más sensatos, menos manipulados y envenenados –aún habrá muchos, espero–, se dan cuenta del flaco favor, incluso del enorme daño, que ese dirigente les está haciendo al utilizarlos principalmente como “brazo manifestante” de la extrema derecha mediática, encabezada por la emisora radiofónica de los obispos siembracizañas.

El día del primer atentado mortal de ETA tras su larga tregua tácita o declarada, una buena amiga mía, que vive cerca de Sol, se acercó tranquilamente a uno de los quioscos de esa plaza para comprar el periódico. Se encontró allí con verdaderas masas, lo cual no tiene mucho de particular en las desaforadas y estiradísimas fechas navideñas (solían iniciarse el 22 de diciembre, ahora los comercios y los alcaldes las adelantan un mes, cosa demencial e insoportable, y más o menos equivalen al Ramadán, en lo que se refiere a paralización de la vida activa). Pero le llamó la atención la proliferación de banderas españolas, y se puso alerta. Al contármelo hizo hincapié en lo que todos los moderados de este país sabemos, con tristeza: ¿qué clase de lugar es este en el que todavía nos sobresalta y alarma la abundancia de enseñas del país nuestro? (No sé si quienes abusan de ellas para sus fines particulares son conscientes de cuánto las ensucian, a ojos de la mayoría.) Allí estaban congregados los miembros de la AVT, con pancartas llenas de insultos y de disparates, pidiendo, a estas alturas, “la verdad sobre el 11-M”, y acusando no tanto a ETA, que acababa de dinamitar Barajas, cuanto al Gobierno socialista. Mi amiga compró EL PAÍS, como suele, y el quiosquero le dijo: “Este sí me queda. Hoy aquí se ha agotado La Razón y se está agotando ya El Mundo, mira cómo está la plaza”. Ella no sólo miró, sino que oyó. Algunos manifestantes, muy cerca de ella, gritaban: “¡Hay que fusilar a Zapatero! ¡Hay que fusilarlos a todos con una Parabellum!” No pudo reprimirse y los miró, como diciendo: “Miren, aquí ya no se fusila a nadie”. Ni siquiera llegó a decirlo, no le dieron tiempo, así que los miró con reprobación tan sólo. Pero eso bastó, y que llevara EL PAÍS bajo el brazo, para que los energúmenos de la AVT (cuesta escribirlo: ¡energúmenos en la AVT, merecedora hasta hace no mucho de toda nuestra simpatía!) se pusieran a seguirla en su recorrido y a llenarla de improperios. Esos individuos eran guerracivilistas. No sólo por los insultos que escogieron (“¡Perra, roja, miliciana, guarra!”; en el 2007, parece increíble), sino por montar en cólera al ver el diario que ella leía. Mi amiga siguió adelante, sin ya volverse, pero al comprobar que la retahíla de injurias no era cosa momentánea y no amainaba, dio media vuelta y, como me dijo con gracia, entró a “pedir asilo político” en la Librería Méndez de la calle Mayor, cuyos dueños no se sorprendieron y le confesaron que no era la primera vez que tenían noticia de escenas parecidas. Tres días más tarde mi amiga fue a su banco, y allí le contó el cajero que, sólo por llevar este periódico –sin que en su caso mediara ni mirada–, miembros de la AVT, el mismo día del atentado, lo habían seguido llamándolo “¡Hijo de puta!” durante un buen trecho. Mi amiga, así pues, no fue la única víctima de las Víctimas, o de sus jaleadores.

Yo he oído contar muchas veces a mis padres que durante la Guerra Civil los motivos para sacar a alguien de su casa y darle el paseo eran a menudo proporcionados por los porteros o los vecinos: “El del segundo leía El Socialista”, se chivaba el portero a los falangistas sevillanos, y eso bastaba para que éstos subieran por él y se lo cargaran. “El del tercero iba a misa”, acusaba un vecino ante los milicianos madrileños, y éstos ya veían razón suficiente para borrarlo del mapa. Esto se parece demasiado a la actitud observada el 30 de diciembre por algunos miembros de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Hay que decirlo una vez más: a las víctimas de ETA hay que compadecerlas, alentarlas, ayudarlas, procurar que reciban justicia y resarcirlas en la medida de lo posible, porque han pagado y sufrido en nombre de todos. Pero ser víctima no da la razón, ni hace más sabio, ni convierte a nadie en santo, ni lo exime de su obligación de respeto hacia los demás ciudadanos. Si una víctima delinque, no por eso deja de ser víctima, pero pasa a ser también un delincuente. Y si una víctima persigue e insulta a quien le lanza una mirada o lee el diario que le apetece, tampoco dejará de ser víctima, pero además se habrá convertido en un energúmeno, un intolerante, un enemigo de la libertad y un miserable. Que el señor Alcaraz, de quien las Víctimas están siendo víctimas en los últimos tiempos, se pare a pensarlo un minuto, y se aplique el cuento.




Nadie normal que lea este bodrio puede dejar pasar dos o tres, si no más, "cosillas" que ese grande escritor nuestro, más bien de ellos, ha vomitado -cómo no- en el panfletillo finesetimanal del gran Emperador, don Jesús Polanco.
Primero nos gustaría saber por qué su amiga se sorprende al ver banderas del país cuyo suelo está pisando y sobre todo por qué se pone alerta. Veamos, si ha habido un atentado de los terroristas independentistas que se quieren fornicar por la puerta de atrás la Constitución Española lo normal es una reacción popular contraria a ese atentado -con resultado de dos muertos, cosa que "tácitamente" parece olvidarse el señor Marías- o lo que algunos alumnos muy deficientes en la materia de la Intelectualidad e inteligencia humanas, comenzando por ése que dice ser nuestro Presidente, llaman "accidente". ¿Se sorprendería la buena amiga del señor Marías de ver banderas de la UGT o de CCOO en una manifestación El Día del Trabajo? Yo no. Me sorprendería, eso sí, ver a un sindicalista trabajando, pero eso es harina de otro costal. ¿Se sorprende la amiga del señor Marías al ver cada tres por tres banderas de la II República -tan preconstitucional como la del águila- en cada una de las manifestaciones que la "democrática" izquierda organiza en España? Como me temo que no, no me queda nada más que comentar esto como la primera "cosilla" digna de ser señalada.

Lo segundo que me gustaría comentar, más bien recordar, es que hace apenas unos meses el señor Alcaraz fue reelegido de manera abrumadora como Presidente de la AVT. Además cabe decir que había un tal, cuyo nombre ya nadie recuerda, haciendo de submarino del Gobierno y que fue precisamente esta maniobra -junto con el conocimiento de que el propio Gobierno le había revelado los datos privados, y secretos, de los demás asociados a los que este señor telefoneaba para pedirles el voto- lo que desencadenó la extraordinaria participación y la aplastante victoria del señor Alcaraz.

Como me voy calentando, y recordando mamarrachadas escritas por el señor Marías, subo las "cosillas", en número aún indeterminado, y no me detendré en la tercera, que es, según el orden establecido por el propio señor Marías, un insulto a la Conferencia Episcopal, cuyos integrantes -para la izquierda mediática y competidora- son los "obispos", calificados ahora de "siembracizañas" y también a la derecha moderada, el centro y los liberales a los que llama extrema derecha. El señor Marías parece no conocer la realidad nacional pues en España, a Dios gracias, la derecha extrema es prácticamente inexistente, cosa que, por desgracia, no se puede decir de la izquierda radical, formada por varios partidos que suman algunos millones de votos; ERC, IU, la ilegalizada Batasuna, BNG (todos ellos en algún momento socios del PSOE, o bien interlocutores válidos para esa mierda que los imbéciles llamaron el "proceso de paz", y que acabó -aunque no se puede acabar lo que no se empieza- con dos muertos) y también amplios sectores de este último partido mencionado, empezando por nuestro republicano Presidente.

La cuarta "cosilla" es eso de paralizar la "vida activa" por la Navidades. Oiga, eso de que las Navidades se han convertido en un zoco que dura un mes y medio, casi dos, no se lo va a negar nadie, pero que haya gente que le tenga alergia al trabajo no quiere decir que toda España se esté tocando los cataplines durante un mes entero.

Al señor Marías, y a su amiga, les vamos a decir que en lugar de comprar EL PAÍS, como suelen, compren alguna vez EL MUNDO y que se pasen de vez en cuando también por esta web y que lean. Si después de esto sigue pensando eso de "a estas alturas" en lo que se refiere a pedir la verdad sobre el 11M es que es todavía más incapaz de lo que aparenta, y merece formar parte de los alumnos muy deficientes en la materia de Intelectualidad e inteligencia humanas.

Antes de ir al sexto tengo que darle la razón sobre la actitud de los manifestantes que persiguieron a la amiga del señor Marías y la insultaron, por imbéciles y maleducados, por comportarse como se comportaba la progresía hace 3 años y como siguen haciendo los bastardos "borrokeros" todos los días en las Vascongadas, cosa que, siendo algunos de los manifestantes víctimas de estos últimos, debería ser más que suficiente para que en lugar de obrar así, no hicieran a los demás lo que antes otros les hicieron a ellos. Y si no es por la inteligencia, la razón y la decencia, al menos que no sea para fastidiarme el comentario sobre la "cosilla" número seis y que se refiere a no copiar modelos, en este caso el guerracivilismo. Tener que oír a la progresía -expertos en remover la Guerra Civil, en honrar sólo a la mitad de los muertos de la Guerra Civil y olvidarse de la otra mitad, vengadores insaciables de algo que, por cierto, la izquerda hizo antes y que nos llevó a la guerra- llamar guerracivilista a otro, sea quien sea, es como sentir a la sartén mentar al cazo.

Libertad para todos, para leer la bazofia de EL PAÍS o EL MUNDO, para escuchar la CADENA DE LOS TERRORISTAS SUICIDAS o la COPE. Señor Marías, si hace tres años había libertad para hacer lo que se hacía, no sé porqué lloriquean ahora que la rueda está girando. Y creáme, no es ni una cuarta parte de lo que tuvieron que aguantar muchos cuando ustedes se manifestaban contra la Guerra de Iraq o aullaban -el hoy olvidado- "antes de votar queremos saber la verdad".

La clave está en el adverbio, sin duda.