viernes, mayo 26, 2006

UNO DE LOS NUESTROS

Y no es la primera vez.

Controlar los órganos que controlan el cotarro parlamentario es, pongamos un inocente ejemplillo, como tener policías de alta graduación dispuestos a todo infiltrados en las comisarías, agentes de los servicios secretos haciendo labores de zapa, guardias civiles callando, espías espiando y confidentes confiando en torno a un gran atentado terrorista. Por ejemplo.
Primero porque –al contrario que los cornudos- el controlador es el primero en enterarse de todo y puede manejar la información como si supiera las cartas de los demás jugadores en una timba; segundo porque que tiene una capacidad de manipulación y ocultación de pruebas extraordinaria –incluso la cualidad milagrosa de crearlas-; y por último porque la voz autorizada de tan excelsas y respetadas personalidades va a misa, no sólo eso, sino que convierte evidencias en casualidades e impone silencios, incluso entre los jueces.

Recordemos el caso de la Asamblea de Madrid de hace ahora 3 años, aquella sesión en la que se iba a elegir Presidente para la Asamblea y la habitual pinza democrática de las izquierdas –en este caso IU-PSOE- ya tenía elegido como candidato al socialista Francisco Cabaco. Para todo tipo de asambleas se establece la denominada “mesa de edad”, esto es que el Presidente será el compromisario, diputado, asambleísta, etc., de mayor edad, mientras que el de menor edad será el secretario. Protocolos. La cuestión es que el de mayor edad en Madrid era el hoy Embajador de España en EEUU -¡qué papelón!- Carlos Westendorp, y por tanto -por si el nombre no dice nada, que dice, sí lo dice el actual cargo que ostenta- socialista. El señor Westendorp llevó a cabo un acto de, seamos finos, asalto a la torera de los protocolos de la Cámara cuando dos parlamentarios socialistas, Sáez y Tamayo, decidieron rebelarse contra su partido -por quedar fuera de las consejerías que les iban a corresponder- y no presentarse a la votación, pese a que estaban en la sede de la Cámara.

Estas ausencias convertirían a la popular Concepción Dancausa en la nueva presidenta de la Asamblea de Madrid. Para evitar esto, una parlamentaria socialista, Helena Almazán, se inventó la excusa de “un percance” y la “imposibilidad de localizar” a Sáez y Tamayo -falso de toda falsedad que diría SU Solemnidad, porque todo el grupo socialista sabía qué estaba realmente pasando y todo el mundo los había visto en la sede parlamentaria- y pidió un aplazamiento de 15 minutos de la votación, cosa jamás sucedida en el Parlamento madrileño. El Señor Wetendorp, abusando de sus warholianos minutitos de gloria, ejerció el implacable poder izquierdista y le concedió a su partido esos 15 minutos de “gracia”.

Durante la primera votación de la legislatura en el Senado, el socialista Javier Rojo -muy conocido por conceder avales bancarios a los etarras que para eludir la entrada en prisión han de pagar una fianza- mandó repetir aquella votación que, casualmente, había perdido su partido con la excusa de que sus señorías se habían equivocado. Tenga usted senadores para esto. Los socialistas volvieron a perder la votación y los gritos populares fueron clarificadores, mas arriesgados teniendo en cuenta con el calado de los personajes con que han de vérselas; “¡OTRA, OTRA, OTRA…!”.

Pero sin duda el abuso de poder parlamentario tiene nombre y apellidos propios. Es el paradigma de la desvergüenza política en la moderación y administración de una cámara. Manuel Marín, “el dandy”. Pues Varón Dandy Marín no ha parado en dos años en hacer de las suyas. La estricta aplicación del reglamento parlamentario para con el PP, se convierte en néctar y ambrosía para con los demás grupos, desde hablar -para complacer a sus secuestradores catalanes- él mismo en catalán, cosa prohibida por el reglamento de la Cámara que sólo reconoce como oficial e impone como única lengua de uso al español; a obligar a los populares a retirar sus carteles pidiendo algo tan antidemocrático como “agua para todos”; hasta expulsar -correctamente cierto es, pero hecho sin precedentes en la historia democrática del Congreso- al diputado del PP Martínez Pujalte, como si fuera el único exaltado parlamentario y con una manga estrecha para con las protestas populares que asusta, máxime viendo como defiende a los filoterroristas de ERC, y cómo se permitió y se colaboró y se facilitó el asalto contra Federico Trillo por parte de los familiares de los muertos en el Yak42, algo inaudito en un Parlamento democrático. No sólo se permitió y se colaboró y se facilitó, sino que se negó posteriormente una investigación.

También se permitió que los republicanos catalanes que se encadenaron a la COPE se cobijaran en el Congreso y se negó una investigación, y en ese mismo Congreso, se evitó que el “asaltapiscinas” Joan Puig -el hermano gemelo de Elle McPherson, “el cuerpo”,- saliera airoso de aquello, claro, porque las izquierdas están contra la propiedad privada, sobre todo la ajena.

Ahora Zaplana ha registrado un nuevo escrito contra Marín -quien permite la exhibición de “rosas blancas para la paz”, pero no el “agua para todos”, a ver con qué van a regar las rosas- que se suma a una reprobación ya solicitada.

Es que para ser muy plural no hay nada como tener bien colocado a uno de los nuestros.