martes, enero 31, 2006

ALGO PASA CON BONO

Cómo empezar hoy, la verdad, estamos muy preocupados, es algo que nos llena de desasosiego y pena. Esperemos que se recupere pronto su Excelencia, que le den el bálsamo de Fierabrás ¡por favor! O que llamen a un exorcista, no se nos ocurre otra cosa. Que algún alquimista experimente sin descanso hasta encontrar la panacea -pese al riesgo que hay de que le toque sufrirlo a toda nuestra descendencia, y a la descendencia de nuestra descendencia, pero ¡por Dios!, que alguien haga algo porque, como tengamos la desgracia de perder ahora mismo a nuestro condecorado Ministro, se va a condenar para los restos.

Ni la intercesión de la Virgen María acompañada de la nuestra misma –estamos dispuestos a orar por él desde ahora mismo hasta el fin de nuestros días si dimite- van a salvar a su Excelencia de arder en el fuego eterno, o peor aún, su ánima condecorada va a pulular por el no mundo -ni el de los vivos ni el de los muertos- con más pena de la que ahora mismo da pese a sus brillos metálicos. Durante los próximos cien años va a bordear la laguna Estigia, pues, señor Ministro, ni trocando el óbolo bajo su lengua por los 40.000 millones de Euros que su solemne jefe nos hizo perder en la última Cumbre Europea, va a acceder Caronte a cruzar a su Excelencia al Hades. Excelencia, lo sentimos, pero Caronte es incorruptible, ya sabemos que para un socialista esa palabra no existe, lo sentimos créanos pero ni por uno de sus relojes de todo a cien va a convencer al Barquero, ni siquiera al de Cantillana, que ese Robin Hood español –con perdón por lo de español, nadie se nos ofenda- robaba a los ricos para dárselo a los pobres, igual que ustedes, Excelencia, pero al revés. Así que mucho tememos que no iba usted a navegar en barca alguna ¡cosas veredes!, con lo bien que últimamente se le dan al señor Ministro condecorado los affaires navales.

Su condena eterna va a venir, Excelencia, por su manera de tratar a los muertos, primero; a los del Yak42 y a los del Cougar, Excelencia, parecen que estos últimos son de peores padres que los primeros; y segundo, señor Ministro, por su manera de mentir. Si en lugar de votar en virtud de la inutilidad más absoluta, los delegados lo hubieran hecho en aquel Congreso por el paradigma de la mentira, señor Ministro, quizá hoy no lo sería, quizá, quizá, no se emocione que la competencia es dura. Tal vez sería Presidente, Excelencia, y el inepto solemne seguiría siendo diputado, como lo era antes de sus ansias infinitas de paz, como cuando comulgaba -antes de creer en la Alianza de Civilizaciones- con las guerras a las que fuimos durante el Gobierno de Felipe González.

Es que, señor Ministro, no se puede mentir tanto, no se puede colaborar –remuneradamente, dicho sea de paso- con “esa emisora” y a la par acusarla de mentir porque dicen que usted está planeando el cambio del himno de la Armada -otra vez con los affaires navales, Excelencia, parece que está usted jugando al “hundir la flota”-, para que a los pocos días los españoles no abducidos por PRISA nos enteremos por los mandos de que sí, de que a usted, católico apostólico y romano -no sabemos si cristiano- le da vergüenza que se nombre a Dios en el himno; de que usted, español por los cuatro costados, se avergüenza de que se diga cinco veces España, prefiere que sean sólo dos; de que a usted, medallas en el pecho, condecorada Excelencia, le da pavor que se hable de victoria –cosas de fachas-; de que+- usted, en fin, señor Ministro condecorado, que prefiere morir a matar, prefiere también que no se hable de la muerte en un himno de un arma del Ejército español.

Será a usted, Excelencia, porque al parecer al señor González Carrión la propuesta no le convence, señor Ministro, a lo mejor este SOLDADO prefiere más Dios por si muere buscando la victoria por España, aunque estas cuatro cosas no salgan en su himno. Excelencia.

Señor Ministro, sinceramente, con talante, acuéstese y tanta paz tenga como descanso dejara.