domingo, noviembre 06, 2005

ALIANZA DE LOS ESPAÑOLES

Hace algo más de un año nuestro lustroso Presidente fue a la ONU para participar, en virtud de su cargo, en la quincuagésimo nona Asamblea General. Allí dejó acuñada la expresión “alianza de civilizaciones”, que dicho sea de paso es un plagio de término “diálogo de civilizaciones” del iraní Jatamí.

Para darle fuerza a su discurso, nuestro prudente Presidente habló, en el corazón de Nueva York, sobre la Guerra de Iraq y volvió a enarbolar la pancarta del “No a la Guerra” que tan buenos resultados le ha dado en España, piensan algunos que todo el campo es orégano; apeló a la necesidad de luchar contra el terrorismo pero "siempre desde la legalidad nacional e internacional", a algunos asambleístas conocedores de la reciente historia de España probablemente les resultara curioso que llegado a este punto no hablara nuestro Presidente de los GAL, chapuza nacional e ilegal que se dio durante el Gobierno de Felipe González con Rodríguez Zapatero como diputado por el partido gobernante.

Su “alianza de civilizaciones”, no es otra cosa que una unión fraternal y amistosa, un abrazo intercontinental, y vecinal también, entre la cultura occidental y la árabe en general y musulmán en particular. Es un término realmente esperanzador y bonito, es hasta comercial y eufónico y se le podría poner a algún videojuego. Propongo.

Algunos, cuando éramos pequeños y veíamos a don Pimpón y Espinete abrazarse, sentíamos una paz interior y una alegría incontenible que sólo puede darse a esas edades. Sólo, digo, hasta que nuestro Presidente ideó su “alianza de civilizaciones”.

Es una lástima que algunos insensibles no estén dispuestos a colaborar, ciertamente.

La alianza en sí debería comenzar por un acercamiento del mundo musulmán, por ejemplo dejando de cometer actos terroristas que causan decenas, cientos y miles de muertos en las principales capitales occidentales a ciudadanos normales, compatriotas incluso de los propios terroristas, y también en las ciudades de Oriente Próximo a ciudadanos musulmanes, como ellos, que hacen cola para comprar el pan o para incorporarse al cuerpo de Policía.
Sería muy indulgente para con el resto de los aliados, sobre este particular, y denotaría un gran avance civilizador la abolición de la sharia y la caída en el olvido de la jihad.

También sería reconfortante y placentero que nuestro Presidente, el justiciero de las mujeres, el feminista radical, consiguiera con su alianza que no se practicara la ablación clitoridiana y que hubiera igualdad entre hombres y mujeres, y no sólo paridad ministerial, que no hubiera lapidaciones contra las divorciadas o las madres solteras, y a las mujeres no se las obligara a llevar velo o burka, o se las prohibiera participar en la vida cotidiana y a ejercer profesiones como maestras, políticas, médicos, abogados, deportistas, etc.

Estamos plenamente convencidos de que sólo, como buenos fascistas antisemitas, en el PP apoyarían al Presidente iraní en su intento de exterminar al Estado de Israel, y de que nuestra eminencia internacional, el Ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, está en plena posesión de la verdad al decir que bajo la “alianza de civilizaciones” esas amenazas no tendrían sitio.

No nos cabe duda de que si no hubieran acaecido los luminosos acontecimientos de las diez últimas noches en París, vivirían felices y tranquilos los parisinos con coche, vamos a suponer un 40%, tirando por lo bajo, de casi 10 millones de habitantes, esto es unos 4 millones de dueños, más los usufructuarios, tirando por lo bajo a un miembro añadido por propietario vehicular, calculamos unos 8 millones de parisinos bien dormidos y descansados, con lo que eso influye en la salud y por ende descarga a la sanidad francesa y por consiguiente la presión fiscal, a la que no habría que añadir entonces los millones de euros de pérdidas en seguros, reposiciones de mobiliario urbano y arreglos callejeros y actuaciones extraordinarias de las fuerzas de orden y los bomberos; amén del absentismo laboral obligatorio. Vamos, que el no conocer la “alianza de civilizaciones”, perdón, no conocer no, que todo el mundo la conoce, el no respetarla, es como una huelga general indefinida y violenta.

Sería precioso ser cristiano copto en Egipto y poder salir a la calle tranquilamente e ir a rezar a una iglesia cristiana, si la hubiera y si no te mataran por ello.
Viajaría más gente incluso por los países musulmanes y los domingos podrían ir a rezar a Yahvé en la patria de Alá, si la alianza cuajara, y los budistas podrían en Afganistán contemplar las estatuas de Buda que ya no existen porque los talibanes las volaron.

También sería maravilloso que bajo este civilizador anillo nuestros vecinos del sur colaboraran para esclarecer la verdad sobre los atentados de Madrid del 11 de marzo de 2004, si hubiera ganas, si la Comisión de investigación no se hubiera cerrado, si el espíritu del 13M, el queremos saber, queremos la verdad, siguiera vigente en los corazones desinteresados de nuestros aliados compatriotas.
Se dejarían de producir detenciones, como la de ayer por la tarde, de periodistas españoles por querer informar sobre el Sáhara y expulsiones de nuestros políticos que quieren conocer de primera mano la situación.
Y sería espléndida una "alianza de civilizaciones" de nuestro hermano, nuestro primo, nuestro aliado el Rey Mohammed con los emigrantes subsaharianos que pululan por Marruecos que no han podido entrar en España. Casi se conformarían los pobres con que la alianza les diera agua, en lugar de quitársela y tirarla al suelo, antes de adentrarlos cientos de kilómetros en el desierto y abandonarlos bajo el sol marroquí.

Ya que estamos, señor Presidente, alíe usted lo que tiene más cerca.

Empiece por aliar a los separatistas catalanes y vascos con el resto de los españoles en lugar de vender su patria, que no es la libertad sino España, por un puñado se escaños.

Alíe, señor Presidente, a los españoles dejando de una vez la Guerra Civil en los libros de historia, los muertos que ustedes no mataron en sus tumbas, incluyendo al dictador, y dejando de llamar a media España "los malos".

Alíenos en compartir el agua, señor Presidente, y en darnos a todos lo que sólo le da a los que compartieron pancarta y asfalto con usted.

Alíese, señor Presidente, con sus compañeros y colegas de hemiciclo, esas criaturas de Dios que van a Cuba a luchar por las libertades y la Democracia, y a dar consuelo a unos pobres oprimidos por otro que tampoco cree en su "alianza de civilizaciones"; y son tratados como delincuentes.

Por todo esto, señor Presidente, estamos profundamente consternados de que varios miles de millones de personas en el mundo estén haciendo caso omiso a sus loables pretensiones.
Desde Totum revolutum, como españoles, amén del beneficio que, egoístamente, nos reportaría, estaríamos muy felices y dichosos, a la par que nos sentiríamos muy honrados de que tan filantrópica iniciativa se materializara y de que el padre de la criatura fuera un español.

Señor Presidente, como dijo Guerrita “lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible”.