miércoles, noviembre 09, 2005

SEVILLA TIENE UN CALOR ESPECIAL

Estamos ya en pleno noviembre. En Sevilla en noviembre se puede ir con una cazadorita, aunque los hay que van ya con el plumas y los guantes, o sea, que no hace calor, pero las noches de Sevilla están que arden.

Ayer tarde hubo un incendio en un edifico de la calle Cuna, una de mis favoritas, contamos esto para contar que no es esto lo que estamos contando, que no hablamos de ese incendio, vamos, que parece un accidente, sino que hablamos de los incendios callejeros, lo que se denomina comúnmente vandalismo, nombre terrorífico dado al salvajismo merced a los vándalos, los que pasaron al Magreb, empujados por los visigodos, por el sur de Hispania, quienes, con este primer paso del Estrecho de nuestra historia, contribuyeron a que los moros llamaran Al-Ándalus a la Hispania que más tarde ocuparían.
Dicho esto, pues, nos queda por contar que algunos vándalos andaluces están tomando buena nota de la morería Parisina, con lo cual, la verdad, no sabemos si fueron los vándalos los que enseñaron a los moros a achicharrar y luego éstos nos lo devolvieron al pasar por Tarifa, o viceversa, los moros lo trajeron como costumbre oriunda y aquí se quedó.

No relacionar la cremá diaria nocturna sevillana con la cremá diaria nocturna parisina, es harto difícil, cierto es que de siempre ha habido incendios, pero no cinco en una noche y todas las noches desde hace varios días; y que los actos vandálicos suelen ir acompañados de este elemento purificador, "estarán haciendo oposiciones a brujo", pensará algún lumbreras del Ayuntamiento y otros organismos garantes de nuestra inseguridad, pero en realidad están haciendo el salvaje, que es lo único que se puede esperar de la chusma social.

Un “aristóteles” de sillón subdelegado niega la relación entre los incendios franceses y los sevillanos, nosotros no la afirmamos, sólo decimos que no podemos evitar mirar allende los Pirineos, pero Justino Valdés, que así se llama el genio, para negar una cosa, que a él ni le va ni le viene y por la que nadie le va a culpar, es más, le puede beneficiar en tanto en cuanto le descarga de cierta responsabilidad al tratarse de una nueva “moda”, queda como “la Chata Cádiz” diciendo que se trata de “actos vandálicos e incívicos que ocurren de forma habitual y que no se puede entrar en ningún tipo de demagogia”. O sea, que es algo habitual y un año y medio después de ganar las elecciones, un año después de “MERECEMOS UNA ESPAÑA MEJOR”, seguimos así y no tenemos empacho en decirlo. Luego ponemos a parir Dan Brown por meterse con Sevilla en un “libro”, pero estamos haciendo una propaganda de la ciudad como para que el Ministerio de Turismo suprima a Sevilla de los mapas porque se desprestigia a toda España. Claro que si esta caterva suprimiera todo lo que desprestigia a España tendrían que dimitir todos.

Por supuesto la culpa la tienen los demás, seguramente los progresistas dirán que la culpa es de los ricos, y las desigualdades sociales. Nosotros estamos más cerca de ser pobres que ricos y no creemos que la culpa sea de estos últimos, por lo menos en estos particulares. Tras la Guerra Civil había millones de pobres y la gente robaba para subsistir o traficaba con el estraperlo para sacar un durillo, pero no arrasaba el suelo patrio. No creemos que los niñatos, generalmente “canis”, que se dedican a hacer de pirómanos nocturnos sean gente que se quita el hambre a bofetadas, entre otras cosas en mi casa nunca ha habido moto y sólo ha habido un coche para toda la familia.

Pero hete aquí que hoy nos enteramos por la propia Policía Local, que denuncia la falta de medios para actuar, que hay en el subsuelo del Estadio “Olímpico”, como le gusta llamarlo a los que tienen que justificar la milloná enterrada en La Cartuja, 77 coches patrulla listos para ser usados, pero que no salen a la calle porque nuestro augusto alcalde “entoavía no se ha hesho la foto”. Eso es arte y no ver al Cid salir por la Puerta del Príncipe de la Real Maestranza.

Esta noche vamos a dormir destapados, por si los "desigualados" sociales, ante la imposibilidad de pagar la calefacción, vuelven a convertir Sevilla en Roma.